domingo, 29 de marzo de 2009

La noche estaba intranquila. Sus pupilas se movían frenéticas bajo el manto purpúreo de sus párpados. Su cuerpo menudo y blanco como el mármol, iluminado por la lámpara titilante, se removía intranquilo en su rincón de la cama. Una fina capa de sudor envolvía su figura. En su mente ella corría, en contra de un viento de plomo que la detenía, de lejos solo veía su espalda, su sombra, alejándose y dejando detrás de el a la oscuridad donde ella pertenecía. Parecía lejano, inalcanzable, hasta irreal. No importaba su grito o su llanto, seguía caminando con esa elegancia desprolija que solo el podia desprender. Y lo vio esfumarse una vez más. Cuando despertó , A su lado el observaba, siempre el y aquél, a veces rubio o a veces color azabache, de ojos lujuriosos o cariñosos, el que ya se fue, el que siempre volvio, el que no existe. Pero al que ella sigue esperando, mientras se deja caer.

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